Artículo #24 de la serie:
GUSTAVO MIRABAL EN VENEZUELA
Preparando el viaje para ir a la celebración de Corpus Cristhi
Aquella mañana de la primera semana de junio, Gustavo coordinó la salida para el hermosos pueblo de Cuyagua. Iban a ver en vivo la conmemoración del Corpus Cristhi, que es el día en que lo diablos danzantes de Venezuela salen a danzar en su honor.
Se levantó tempranito, cuaderno en mano, anotando el itinerario y haciéndose preguntas importantes.
La abuela Isabel Teresa y María Gabriela terminaron de recoger todo el equipaje y se montaron en el autobús que los llevaría con otras familias que viajaban para los pueblos de Cata y Cuyagua.
Aguas tranquilas, pero ambiente misterioso
Cuando iban por la carretera, se detuvieron un momento para contemplar la belleza de la bahía y sus aguas tranquilas.
-¡Qué rica debe ser esa playa abuela. Mira cómo se ve de tranquila.
-Sí, María Gabriela. Se ve muy serena y es un sitio muy concurrido en temporadas vacacionales, lástima que todavía no hayamos aprendido a cuidar nuestros espacios naturales. ¡Uy! No sé, pero me siento extraña, tengo escalofríos, como si tuviera un presentimiento. Me siento extraña, debo estar muy atenta.
-¿De verdad, abuela? ¿Qué te pasa? No me asustes. Será que viste algo que no me quieres contar…
Pero la abuela se quedó callada y pensativa, no comentó nada por no preocupar a los niños y no parecer una aguafiestas.
La abuela preocupada, la rueca de mulas y una pregunta extraña.
María Gabriela es parlanchina y no paraba de hablar y de hablar, sin percatarse de la cara de preocupación de la abuela Isabel Teresa. Y seguía diciendo:
- Me imagino que antes era mucho más bonito. Y por otra parte, la gente no debería botar basura en los alrededores de las playas. Todos deberíamos ser más cuidadosos.
- María Gabriela, Gustavo, fíjense muy bien, por si ven por ahí algo extraño, o si ven una rueca de mulas, o escuchan algo raro.
- ¿Cómo así, abuela Isabel Teresa? – Preguntaron los dos casi en coro, al mismo tiempo.
- Ay abuela estás de lo más rara con esas preguntas extrañas…
Así siguieron conversando sobre la actitud misteriosa de la abuela Isabel Teresa y sobre la bendita “rueca de mulas”.
Bueno, ya en la playa y comiendo pescadito frito.
Llegaron directamente a la playa, donde todos pudieron disfrutar un rato de mucha alegría, compartiendo con los pobladores y con algunos de los pescadores de Cata que tejían su red en la orilla del mar.
Se comieron un pescadito frito con tostones y ensalada, en un kiosco frente a la playa, y luego se fueron a darle una recorrida al pueblo.
Empezando a develar el misterio con los diablos danzantes
Caminando por el pueblo se encontraron con un señor que les contaba historias a los niños en la plaza del pueblo y, casualmente, les contaba una historia sobre su experiencia como diablo danzante. Y este señor empezó a hablar sobre los diablos danzantes y la sumisión al Santísimo Sacramento del Altar:
Cuando yo dancé la primera vez, en la Hermandad de Diablos Danzantes, mi tío me dijo: esta noche duermes con tu mamá, porque ella es quien te cuida a ti, si ella no está contigo te puede pasar algo.
Como a mí gustaba andar solo no le hice caso y dormí solo. Pero en la noche empecé a oír como unos burros rebuznando en la calle y me asomé por la ventana y no vi nada.
Pero cuando me volvía meter en la cama, escuché los rebuznos más cerca, como si hubieran unos burros debajo de mi cama, porque eran varios, no era uno solo.
Pero los burros no venían solos…
De repente me muevo en la cama y siento a alguien al lado mío y cuando voy a ver era un hombre negrito, con un rabo largo, y entonces me asusté mucho y llamé a mi mamá, y cuando mi mamá llegó, el hombre desapareció y desde ese día, aunque ya estaba grandecito, yo duré como cuatro años durmiendo en el cuarto con mi mamá; ella en su cama con mi papá y yo al lado en un colchón.
La abuela Isabel Teresa y los muchachos se quedaron muy pensativos y se veían las caras, comenzaron a entender el por qué de los presentimientos de la abuela Isabel Teresa.
Aún así María Gabriela y Gustavo no se querían despegar de escuchar las historias de aquel buen hombre cuenta cuentos. Pasaron buen rato escuchando historias sobre diablos y aparecidos en el pueblo. La abuela Isabel Teresa casi tuvo que arrastrarlos para que se fueran a descansar.
La rueca de mulas en la plaza del pueblo y las niñas que iban a misa.
Al día siguiente siguieron recorriendo el pueblo de Cuyagua. La mayoría de sus pobladores se dedica a la pesca y a la agricultura, especialmente al cultivo del cacao.
Tiene su Plaza Bolívar, como la mayoría de los pueblos. Cuando la abuela Isabel Teresa, María Gabriela y Gustavo pasaron por allí se dieron cuenta que justo en el medio de la plaza y frente a la iglesia había una rueca de mulas.
La abuela Isabel Teresa se puso muy nerviosa, se puso a rezar y le dio por proteger a todas las niñas que iban a la misa de Corpus y les pidió a los niños que no se separaran de ella y que no dejaran solas a las niñas que iban a la misa.
La rueca de mulas en la plaza
- Pero bueno abuela, ¿por qué estás tan nerviosa? Cuéntanos.
- Mis hijos es que recordé la leyenda del sombrerón. Dicen que si ves una rueca de mulas cerca de la iglesia del pueblo hay que tener mucho cuidado con las niñas porque seguro es el sombrerón que viene a buscarlas para llevárselas y empezar a cantarles y a enamorarlas.
- ¡Uy abuela! No nos asustes, mira que aquí hay muchas niñas y es el día de corpus y los diablos andan sueltos pagando promesas – dijo Gustavo.
- Por eso mismo mi niño, hay que tener mucho cuidado.
Un diablo danzante vio al demonio detrás de la rueca de mulas
De pronto se escuchó un grito aterrador por parte de uno de los diablos danzantes que dijo que detrás de la rueca de mulas había visto al mismísimo demonio, que botaba fuego por la boca, pero que era pequeñito y tenía unos zapatos con cascabeles que repicaban cuando se movía.
- Sí, si lo vi. Además me hacía morisquetas y se reía a carcajadas. Pero estaba escondido detrás de las mulas para que nadie lo viera, pero no sé por qué me apareció a mí si yo me he portado bien, me he cuidado de cometer pecados y estoy cumpliendo mi promesa. No sé por qué, la verdad no sé…
Dice la abuela Isabel Teresa que el diablo danzante protegió a las niñas
La abuela Isabel Teresa dice que el diablo danzante fue el intermediario para que el sombrerón que se había convertido en el demonio, no se robara a ninguna de las niñas, o por lo menos no las enamorara con sus cantos y aprovechó que era la fiesta de Corpus para aparecerse.
- La abuela jura y perjura que era el sombrerón disfrazado de demonio
- Decía Gustavo, – creo que tenía razón, por la descripción de que era pequeño y con unos cascabeles en los zapatos.
Bueno, lo cierto es que transcurrió el día y los diablos cumplieron sus promesas y no le pasó nada malo a nadie y la abuela Isabel Teresa se tranquilizó y pasó Corpus Cristhi y desapareció del pueblo esa rueca de mulas que nos tenía tan nerviosos.
Pero después de Corpus viene la fiesta de San Juan
Ave María Juan
Ave María
Loeé loeá
Mira las horas que son
Y no aparece San Juan
Ave María Juan
Ave María
Pajarillos de siete colores
Que cantan alegres al amanecer
Ave María Juan
Ave María
REFERENCIAS BIBLIOGRPÁFICAS
https://www.gustavomirabal.es/gustavo-mirabal/el-verdadero-gustavo-mirabal-castro/
https://www.gustavomirabal.es/uncategorized/gustavo-mirabal-en-el-mundo-ecuestre/
https://www.gustavomirabal.es/equitacion/el-hipismo-en-venezuela-tiene-nombres/
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https://es.wikipedia.org/wiki/Cuyagua
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