LES VOY A REGALAR UN CABALLITO QUE ES UN TRONCO PARA CABALGAR LOS SUEÑOS

   Artículo #4 de la serie:

GUSTAVO MIRABAL EN VENEZUELA

 

Hoy queremos regalar una historia diferente a nuestros lectores

 

Un caballito

 

Esta historia que es diferente, invita a dejar volar la imaginación de los adultos, porque la vida cotidiana y las obligaciones y las duras situaciones, nos alejan cada día más de la posibilidad de pensar en el mundo de los sueños.

Les queremos contar a nuestros lectores la aventura que vivimos con unos niños, que bien podrían ser nuestros nietos, nuestros sobrinos y lo vivimos en un viaje  a una población muy pintoresca de nuestro país, en una visita  a La Azulita.

 

Así comienza la historia que nos llevó a conocer nuestro personaje que es un tronco

 

Aquella mañana los muchachos insistieron como otras veces. No se daban por vencidos. Querían que  conociéramos muchas cosas de la vida del campo y querían que lo acompañáramos  a recorrer los caminos del Seiysayal, en los campos de La Azulita, el pueblo del estado Mérida, de donde son todos los abuelos de la familia.

 

-Vénganse  para que conozcan el conuco que estamos cultivando allá arriba.

 

Iniciando la partida

 

Pero nosotros, que diariamente nos trasladamos instalados en un majestuoso tren, desde la Plaza Sucre hasta Palo Verde; desde Chacaíto  hasta Propatria; o recorremos la autopista y nos llenamos de brisa, de luces y colores. Nosotros que a diario saludamos al Ávila, en medio de gigantes grises y multicolores de concreto, nos habíamos hecho esperar. Además sentíamos mucho frío y lo pensamos unas cuantas veces antes de decidirnos a caminar.

 

Al fin Jesús Alberto, Aranza y Paulina nos convencieron y salimos de casa. Al comenzar a caminar, los rayos del sol empezaron a abrigarnos y varias hileras de mariposas pequeñitas se fueron detrás de nosotros. Caminamos sobre la hierba fresca.

 

Subimos la cuesta y eran nuestros acompañantes, un conjunto de pajaritos que nos perseguían y saltaban entre las ramas de los árboles, a la par de nosotros, para ver quien llegaba primero.

 

Mientras caminábamos y contemplábamos todas aquellas bondades de la naturaleza,  inventamos una canción:

 

Ganaremos todos

en esta partida

Seremos amigos

Cantando y saltando

¡Al brindar por la vida!

Con la naturaleza y la frescura  a nuestro favor

 

En medio de cantos y de saltos seguimos avanzando. La naturaleza fresca y viva nos acariciaba durante todo el trayecto. Una montaña majestuosa, cubierta de nieve nos espiaba y nos sonreía llena de cariño. El frío era soportable porque el sol nunca nos abandonó.

 

Empezamos a escuchar un murmullo suave, murmullo que progresivamente se convirtió en melodía, melodía de fuentes, y de riachuelos.

 

Por mucho rato permanecí en silencio. Observaba y oía todas aquellas maravillas. Pero mi silencio fue interrumpido por Jesús Alberto.

 

-Ahora les voy a mostrar mi caballito, el caballito con el que voy a comprar al pueblo.

 

 

Caminamos con los muchachos. Saltamos los pequeños charcos que había formado la lluvia. Pasamos el río y finalmente llegamos al conuquito, a nuestro ansiado  lugar. Instalados allí, solamente nos quedaba congraciarnos con nuestros nuevos amigos. Todos nos esperaban como si hubiera una gran fiesta.

 

La poesía y la vegetación nos inspiraron

 

Nos sonreímos y nos sentimos muy complacidos, cuando más adelante nos encontramos con gente muy importante:

 

El señor Cebollín

Con su cuerpo espigado

Nos dio su fina mano

Y nos invitó al festín

 

 

El Licenciado Perejil

Con su cabello rizado

iba bien apurado

para buscar a Don Toronjil.

 

Al encontrarse,

tan elegantes señores,

nos recibieron con grandes honores,

nos presentaron a las margaritas

y nos dieron las gracias por la visita.

 

Todos nos dieron la bienvenida, y así seguimos, impregnados de la armonía natural. En medio de otras legumbres, nos encontramos con Doña Auyama y sus vecinas, quienes gorditas y cómodas nos hicieron sentir como en nuestra casa.

Un festín de verduras, frutas y legumbres para un caballito que es un tronco

 

El Limonero erguido y risueño

perfumó nuestras ropas

y al compás del viento

nos sumergió en el ensueño.

 

Las señoritas naranjas,

amarillas como el sol,

bailaban al compás del viento,

nos regalaban su aroma

invitando al cundeamor.

 

 

Era un festín de aromas campestres. Nos compenetramos tanto con nuestros amigos verdes, amarillos, anaranjados, multicolores y hospitalarios que perdimos la noción del tiempo. Diríamos que también perdimos la noción del espacio, porque ese pequeño conuco se convirtió en el universo entero, con un majestuoso cielo por testigo. Estaba absorta en mis pensamientos, hasta que Leonardo me llamó.

–   Ahora sí. Les vamos a mostrar nuestro caballito, con el que vamos al pueblo a hacer los mandados, todos los días.

 

¡Adultos! Incrédulos a fin de cuentas…

 

Los escuchamos, pero seguíamos pensativos. Nos preguntábamos  cuánto podría haber costado ese potro. ¿A quién se lo comprarían? No todo el mundo puede comprarse un caballo. Si así fuera, todos estos caminos estuviesen llenos de caballos y de jinetes traviesos.

 

Seguíamos en mis meditaciones, mientras Jesús Alberto nos halaba por un brazo y nos  llevaba hasta el lugar donde descansaba su caballo.

 

– Miren, éste es nuestro caballito. En él nos montamos y bajamos al pueblo y compramos todo lo que nos hace falta. Compramos verduras, carne, dulces y también compramos velas, esas que prendemos en la noche cuando tú y mi mamá nos cuentan cuentos de misterio. Algunas tardes vamos a pasear y nos paramos frente a la plaza para ver pasar a la gente amiga que se reúne allí para hablar hasta el anochecer.

 

¡Sorpresa! Es un caballito que es un tronco.

 

¡Qué sorpresa tan bonita! Era un tronco bien acomodado entre las matas, con su cuerpo contorneado, con sus patas que galopaban diligentes, elaboradas con madera y forradas  al gusto de los muchachos; con su cabeza equina, de la que colgaban cintas de diferentes colores, campanitas y otros sonajeros.

 

Este caballito tiene unos ojos muy vivarachos, tanto, que cuando los vimos, sentíamos que nos estaban invitando a emprender una gran aventura con los muchachos. Ellos le habían puesto unas riendas, también al gusto de ellos y también le cantaban cuando salían a galopar con él:

 

Este caballito que es un tronco

con sus riendas de cocuiza

galopa y galopa

y es pura sonrisa

 

Este caballito no sabe de historia

nuestra sola presencia

lo llena de euforia

 

Corre. Corre caballito

¡ Que te veas bien bonito !

 

Eres un tronco, caballito

Eres nuestro amigo y compañero

De compras contigo nos vamos

Y en un morral traemos

Sueños y muchos luceros

 

Recorriendo al galope los campos de La Azulita

 

Nos montamos en ese caballito y galopamos por los caminos del Seisayal, rumbo a La Azulita, ese pueblo de montaña celeste, de casas pintorescas, de gente sencilla y generosa. Y soñamos. Soñamos que éramos jinetes voladores montados en un caballo alado. Y galopando por los aires veíamos a muchos niños venezolanos sonrientes y felices, quienes también iban de compras, galopando en un caballito que es un tronco. Los muchachos se detuvieron en una bodega para hacer sus compras.

 

– Buenas tardes señor Carlos, hoy no compramos tantas cosas como otros días porque este caballito va muy cargado. Hoy somos más. Pero no se olvide de darnos las velas. Esta noche hay cuentos de misterio y con las velas encendidas es más emocionante-, solicitó uno de los muchachos muy formalmente.

– Claro! ¿Algo más?

– No señor. Así está bien, gracias.

– Bueno, pero yo te voy a dar esta ñapita. Toma esta campanita para que se la cuelguen en una de esas cintas a su caballo.

– ¡ Qué fino señor Jesús ! Muchas gracias.

 

De regreso con nuestro caballo y nuestros sueños

 

Ya de regreso en casa, todos estábamos  felices por el paseo que habíamos realizado en ese querido caballito, a quien habían dejado descansando en el porche de la casa. El caballito estaba agotado por la jornada del día.

 

Nosotros también nos fuimos a descansar; pero nuestro  pensamiento y nuestro corazón no querían descansar. Todavía teníamos en la mente el entusiasmo de los niños, el galopar de ese caballito… Recordamos nuevamente La Historia De Un Caballo Que Era Bien Bonito:

 

“… Al caballo también le gustaba mirarlo a uno con sus ojos de colores, y lo mejor del asunto, es que con los ojos de ese caballo que comía jardines, se veían todas las cosas que el caballo veía, pero claro que más bonitas, porque se veían como si uno tuvieran siete años”…

 

Cerramos los ojos y nos imaginamos a ese caballito que es un tronco, galopando, galopando por todos los países de América Latina.

 

Pensamos en muchos niños  y niñas latinoamericanos, montados en caballos hermosos, galopando por la vida, buscando un futuro de paz y de prosperidad.

 

 

Nos imaginamos un cartel grande pintado con muchos colores, colgado en  un inmenso árbol, en un hermoso parque y un letrero que decía:

 

¡¡Que vivan la magia y los sueños y todos los caballitos del mundo!!

 

Un caballito que es un tronco y el inicio de los cuentos  de misterio

 

     Pasó un cocuyo y nos sacó de nuestro ensueño. Nos indicó que ya se acercaba la hora de los cuentos. Comenzamos a contar y viajamos en nuestra fantasía, con todos  nuestros nietos y sobrinos. Salimos al galope, por distintos lugares de nuestro país y viajamos con otros niños y niñas… Y llenos de esperanzas, en nuestros sueños, recorrimos los llanos, las costas, las montañas y las ciudades de nuestra tierra.

Hoy en día seguimos siendo los jinetes de ese caballito que es un tronco y de vez en cuando, también galopamos con el caballo que comía jardines… y defendemos el sublime derecho de creer en los duendes, y el derecho de soñar y de construir una Venezuela hermosa y próspera. Creemos firmemente en el Licenciado Perejil y en ese Caballito que es un Tronco.

 

Y colorín y colorado, este cuento se ha terminado y…

 

Esperamos que les haya gustado.

 

Con este relato nos acercamos  no sólo a  la intención de  una experiencia de producción narrativa literaria; pensamos  en el beneficio de esta experiencia, considerando a los niños, pero muy especialmente  a los  adultos.

 

Nos cuesta mucho, después  de cierto tiempo, valorar el mundo de la fantasía.  En la medida que vamos cumpliendo años, creemos que esto es una tontería que no tiene ningún sentido.  Sin embargo es necesario valorar la importancia  de la misma en cada momento de nuestra existencia; recordemos  lo que decía Simón en su canción de Caballo viejo: “…Porque después de esta vida, no hay otra oportunidad”.

 

Fuentes:

 

¿Quién es Gustavo Mirabal Castro?

 

 

 

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